Este es un espacio de egocentrismo felino. Pero de vez en cuando, y si cae alguna lata de atún, se podrán encontrar también las opiniones de los humanos que adopté como padres, Teágenes y Cariclea.

Monday, January 30, 2006

Sí, amig@s, soy un gatuno.

Sí, amig@s, soy un gatuno.
Vivo en Alcobendas, aunque me gustaría decir que vivo en Sanse. No sé muy bien por qué, pero desde que tengo uso de razón oigo a mis dueños decir eso. Bueno, eso de dueños, dueños, es un poco raro, la verdad. Yo les dejo que se lo crean, pero la realidad es que yo los adopté como tales. Así somos los gatunos. En mi casa vivimos Teágenes y Cariclea y yo. Llevamos todos una vida muy atareada, sobre todo yo. Todo el día de un lado para el otro, vigilando los pájaros de la ventana, las abejas de la terraza, las motas de polvo de toda la casa y las galletas y su progresión descendente inevitable...y muchas otras cosas. Últimamente, por ejemplo, ando bastante preocupado por un cacharro de ésos que masajea, con patas y todo y que hace un ruido horrible. Es una rana. O eso dice mi papá adoptivo. Hace un ruido enssordecedor, y no lo soporto. Así que llevo varios días en una permanente vigilia, con los ojos grandes muy atentos y preparado para salir corriendo, por si acaso.
Pero por lo demás, soy un gato encantador. Ya sé que está mal que lo escriba yo, pero mira, este es mi blog y escribo lo que me parece. Soy mimosón, y me encanta tirarme boca arriba, panza arriba, para que me quieran y me hagan pedorretas. Todos los amigos de Teágenes y Cariclea ya lo saben. Los conozco a todos. Del que menos me fío es de Don Antonio, Cánovas para los amigos. Luego hay otra pareja. La señorita Buero y el Veterinario. A éste último prefiero no ponerle nombre. Cada vez que viene me revisa. Mamá y papá no se dan cuenta, pero yo sí. Me mira con ajos escudriñadores que acaban deteniéndose en mi pancita.
Bueno, es que tengo un poco de pancita... porque me gusta mucho la comidita de lata. Pero desde que Veterinario regañó a Cariclea y Teágenes, esto no tiene marcha atrás. me sale el pienso duro por las orejas, excepto el día que trepé sigilosamente a la encimera y me tomé unos deliciosos restos de macarrones con tomate.
Todavía no sé, cómo al verme el hocico...supieron que me los había comido yo...
Pero ésa es otra historia...

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